La Mejor Victoria Debe Ser Obtenida en
Silencio, Mucho Antes de que Se Vuelva Visible
 
 
Carlos Cardoso Aveline
 
 
 
Nuestras responsabilidades más elevadas no surgen de repente, sino que
empiezan a ser vistas poco a poco, como si fueran árboles distantes en medio de la niebla
 
 
 
¿Quién puede cambiar el mundo para hacer surgir una civilización diferente y mejor?
 
La gran mayoría de las personas socialmente poderosas son en realidad gerentes de corto plazo que no tienen ningún poder verdadero. Siendo cortos de vista, estos individuos son llevados ciegamente de acá para allá por las apariencias y los acontecimientos superficiales. La mayor parte de los “políticos” del movimiento teosófico no dudan en imitarlos.
 
La teosofía no presta demasiada atención a las estructuras de poder efímeras. En las acciones de corto plazo encontramos a “los ciegos guías de ciegos”, denunciados en Mateo, 15:14. Son los ciudadanos “comunes” los que tienen la tarea de crear con eficacia la sustancia de la fraternidad universal. Sería un error pensar que ellos no tienen la posibilidad de hacer esto.
 
A diferencia de muchos “gurús” y jefes de Estado, los ciudadanos “comunes” pueden usar formas creativas de poder y así renovar la vida. Ellos no tienen que fingir o engañar. No son esclavos del marketing. Pueden usar el conocimiento, puro y simple. La teosofía moderna está completamente de acuerdo con Platón, que en su Diálogo “Protágoras” enseña que no hay nada más poderoso que el conocimiento. [1]
 
El conocimiento eterno y práctico – no su mera apariencia – es la palanca con la que uno puede cambiar el mundo.
 
Es cierto que a veces uno tiene la sensación de que los ciudadanos de buena voluntad “carecen de medios” para efectuar la tarea que les está esperando. En un artículo anónimo publicado por primera vez en agosto de 1932, John Garrigues escribió:
 
“Se ha dicho que quien está en la situación más difícil del mundo es aquel que tiene responsabilidad pero carece de poder”. [2]
 
Aunque Garrigues tiene razón, su frase es muy profunda y merece ser examinada. La responsabilidad es septenaria. No todos sus niveles son fácilmente percibidos de inmediato. En cada nivel de consciencia y de realidad, nuestras responsabilidades son múltiples. Son profundas, complejas y a menudo contradictorias.
 
Nuestro deber principal es escuchar nuestro corazón. ¿Nos dice la voz de nuestra consciencia que la tarea delante de nosotros es mucho mayor que los medios disponibles para llevarla a cabo? Sería infantil e ingenuo sentirse desanimado por eso. La teosofía no es para bebés espirituales. Si nuestra meta y nuestra responsabilidad son sagradas, si son éticamente correctas, si surgen de nuestro sentido del Yo, entonces debemos dejar pasar el tiempo necesario para que se muestren completamente y para que podamos comprenderlas. Mientras tanto, esforcémonos con calma por avanzar en dirección a ellas.
 
A corto plazo es correcto pensar que “tengo una meta pero no los medios para llegar hasta ella”. A largo plazo, sin embargo, no hay separación entre un objetivo correcto y los medios para alcanzarlo, por lo menos si dicho objetivo es noble y trasciende el mundo ilusorio de las formas externas. A medida que comprendemos nuestra meta, es inevitable que veamos los medios para alcanzarla.
 
Todos los aspectos de la realidad externa son creados a lo largo del tiempo por la mente y el espíritu. Antes de actuar, pensamos. Los hechos y las estructuras son moldeables. Ellos obedecen al pensamiento y a la mente, y Patanjali enseñó que el alma adopta la forma de aquello que contempla. [3]
 
Si concentramos la mente y el corazón en una meta, los medios para alcanzarla se volverán visibles y estarán a nuestra disposición en algún momento, no necesariamente en nuestra vida presente.
 
“Cuanto mayor es el esfuerzo, mayor es la recompensa”, dice el “Pirke Avoth” judaico. [4]
 
Las potencialidades del alma y de la mente humanas son ilimitadas y se desenvuelven gradualmente. Nuestras responsabilidades más elevadas no surgen de repente, sino que empiezan a ser vistas poco a poco, como si fueran árboles distantes en medio de la niebla. Lo mismo sucede con los medios para cumplir con nuestro deber. La más larga de las distancias debe ser recorrida paso a paso, y cada pequeño avance nos permite ver la misión entera de modo más preciso.
 
Los teósofos y los ciudadanos de buena voluntad comparten el mismo poder que mueve las estrellas y conduce a nuestro planeta a lo largo de su camino evolutivo.
 
Si nuestra responsabilidad es “alta”, nuestra alma debe adoptar el mismo nivel de responsabilidad y trabajar en él. Ninguna tarea elevada es de corto plazo. Además, nunca estamos solos en la misión de cumplir un deber sagrado: cualquier sentimiento de soledad será parte de las ilusiones que debemos enfrentar y vencer. Para efectuar un progreso real hacia la meta, hay que dar pasos pequeños y concretos cada día.
 
Si tenemos una visión y una comprensión correctas del futuro humano, nos resultará más fácil actuar correctamente. La victoria es obtenida en silencio mucho antes de que se vuelva visible. La responsabilidad es anónima, y los medios para cumplir el deber hacia nuestra alma no siempre son fáciles de identificar de antemano. A menudo ellos se materializan de manera precaria a medida que nos esforzamos.
 
NOTAS:
 
[1] “Protágoras”, Platón, folio 357, p. 62 en “The Dialogues of Plato”, translated by Benjamin Jovett, Encyclopaedia Britannica, Inc., 1952.
 
[2] Del artículo “The Limits of Responsibility”, de John Garrigues.
 
[3] “Los Aforismos del Yoga de Patanjali”, libro uno, aforismo 4.
 
[4] “Ethics from Sinai”, an eclectic, wide-ranging commentary on Pirke Avoth, de Irving M. Bunim, Philipp Feldheim, Inc., Nueva York, 1964, volumen 3, p. 424, Perek V, Mishnah 26.
 
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El artículo “El Poder de Cambiar el Mundo” es una traducción del inglés y ha sido hecha por Alex Rambla Beltrán, con apoyo de nuestro equipo editorial, del cual forma parte el autor. Título original y link: “The Power to Change the World”. La publicación en español ocurrió el 13 de mayo de 2020.
 
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