De Qué Modo el Estudiante
Acelera Su Aprendizaje
 
 
Carlos Cardoso Aveline
 
 
 
 
 
Todo lo que hacemos a los demás regresa
hacia nosotros: por eso, el camino de la felicidad
es recorrido desarrollando acciones altruistas.
 
 
 
Hay un momento en la vida del estudiante de filosofía en que él distingue, aunque pálidamente, lo que es correcto y verdadero para sí mismo. Esta conquista es un primer paso.
 
La etapa siguiente es poner a prueba – en la práctica – la percepción adquirida, y es en este punto cuando surge la necesidad de perseverancia. La nueva visión ganará fuerza real en su vida a medida que él intente repetidamente ponerla en práctica.
 
Con el tiempo, habrá un pequeño éxito. Al observar una y otra vez los resultados de sus esfuerzos, el aprendiz sabrá con nitidez lo que es de hecho verdadero y correcto para sí mismo.
 
Solo los charlatanes pintan el camino espiritual como si fuera algo fácil. Sin embargo, la dificultad de la meta espiritual no es motivo para desanimarse. Entre ver un ideal y vivenciarlo hay una distancia significativa: pero la distancia es estimulante. Visualizar una meta es percibir algo que está a cierta distancia de nosotros, y hacia lo cual es posible caminar. La distancia entre el ideal y la práctica provoca el aprendizaje. La diferencia entre el sueño y la realidad implica que hay un objetivo noble que buscar a largo plazo.
 
Hay que examinar, sin prisa y con espíritu práctico, de qué modo se puede recorrer el camino que va desde la nítida percepción de lo que es correcto hasta la vivencia directa del ideal escogido.
 
Es conveniente comenzar con la constatación de que debemos plantar activamente lo que deseamos cosechar. Nadie es una isla kármica. Todo y todos se interrelacionan el tiempo todo, en los varios niveles de consciencia. En la totalidad energética de la vida planetaria, si no emitimos nuestra energía, ella no se volverá firme. Por eso Robert Crosbie escribió:
 
“Una vez que las ideas correctas están establecidas en nuestras mentes, podemos ayudar al mundo hablando sobre ellas y ejemplificándolas. Eso es algo que podemos hacer, por más egoísta que sea el modo en que el mundo se mueve.” [1]
 
Cuando comprendemos algo profundamente, el próximo paso es “emitir el mantra” e irradiar ese patrón vibratorio en dirección al mundo, a través de acciones y palabras. De este modo lo tornamos firme en nuestras propias vidas. Es preciso soltar las muletas para recorrer el camino por mérito propio. Debe adoptarse una postura activa ante el conocimiento sagrado desde el inicio. Cuando el discípulo está listo, percibe que la inspiración superior estaba presente todo el tiempo. La pedagogía correcta combina desde el primer paso tres factores fundamentales del aprendizaje: estudio, práctica, y testimonio.
 
La Lección del Rabino Hillel
 
Hay un tiempo para aguardar, pero también hay un tiempo para avanzar.
 
Cuando la cría de pájaro madura, se lanza hacia fuera del nido cómodo de la rutina, y pone a prueba – en la práctica – su conocimiento del arte de volar. Es así como aprende a conocer su propia fuerza. En cuanto a la necesidad de una decisión clara sobre nuestra meta en la vida, el rabino Hillel enseñó:
 
“Si yo no me ocupo de mí, ¿quién lo hará? Y si solo me ocupo de mí, ¿qué soy? Y si no es ahora, ¿cuándo?” [2]
 
La filosofía teosófica debe ser el timón que orienta al estudiante en la vida diaria. Hablar de ella significa expresarse a sí mismo y ser sincero con las personas. Para el escritor chino Lin Yutang, “escribir no es más que dar expresión a la naturaleza propia de cada uno, o a su carácter y el juego de su espíritu vital”. [3]  Lo mismo puede afirmarse sobre el acto de hablar.
 
Cuando transmitimos la filosofía teosófica al mundo que nos rodea, podemos evaluar y fortalecer nuestro pensamiento. Irradiándola, creamos circunstancias más favorables para nuestro propio crecimiento individual. Las condiciones más favorables raramente son las más cómodas, porque, para germinar, toda semilla debe romper su propia cáscara.
 
No hay victoria sin renuncia o pérdida. A medida que el yo superior despierta, el yo inferior – la cáscara de la semilla – pierde fuerza.
 
Transmitir No es “Evangelizar”
 
La buena ley del karma es la ley de la vida. Todo lo que hacemos a los demás regresa hacia nosotros: por eso, el camino de la felicidad es recorrido desarrollando acciones altruistas.
 
Si la teosofía es benéfica, debe ser promulgada. Aprender y enseñar teosofía son dos hechos inseparables. El conocimiento solo crece cuando lo ponemos en movimiento. La filosofía esotérica se aprende vivenciando, enseñando y transmitiendo. Pero, ¿cómo será posible divulgar la teosofía sin parecer que estamos queriendo evangelizar a las personas, o dominarlas mentalmente?
 
Sin duda, el acto de hablar de teosofía puede parecerles “evangelización” a algunos. El teósofo no será correctamente comprendido por todos. Sin embargo, el acto de dar su testimonio de vida a las personas que lo rodean tendrá consecuencias positivas en el momento adecuado.
 
El karma no madura de inmediato: la acción teosófica debe llevarse a cabo desde una perspectiva a largo plazo. Cuando las circunstancias estén maduras, el proceso de transmisión pasará a ser realimentado de forma positiva. Entonces el magnetismo se acumulará creativamente, y surgirá un trabajo teosófico colectivo.
 
La clave de la eficiencia está en “emitir la señal” sin esperar una respuesta fácil por parte de las circunstancias inmediatas, sino dejando que las personas adecuadas se aproximen al “mantra” a su propia manera. Eso ocurrirá por el criterio de la afinidad y a su debido momento.
 
El teósofo debe dar su testimonio. Debe compartir con los demás su modo de ver la vida. Debe enseñar que todo en la vida es aprendizaje. Así él emitirá una señal de luz hacia aquellos que aguardan – incluso sin saberlo – por la expansión radical de horizontes que la teosofía provoca.
 
En este proceso, debe esclarecerse la diferencia entre “dar nuestro testimonio” y “evangelizar” a los demás. La llamada “evangelización” o “predicación pastoral” es un proceso por el cual alguien le dice a otra persona lo que debe pensar y aquello en lo que debe creer. La propia palabra “evangelización” implica la idea de “introducir el evangelio en la cabeza de alguien”, lo cual significa violencia intelectual, aunque sea bienintencionada. La teosofía, por el contrario, invita a las personas a pensar por sí mismas sobre la vida y el universo.
 
La evangelización es un llamado a parar de pensar y a “creer”. La teosofía es un llamado a comenzar a pensar de hecho, lo cual exige abandonar rutinas. La filosofía esotérica respeta y estimula la autonomía del aprendiz.
 
Algunas Posibilidades de Acción
 
Lo que el estudiante de teosofía original hace es colocar el saber filosófico al alcance de aquellos que estén listos para el despertar.
 
El modo como hará eso en el plano físico depende de su creatividad, de su perseverancia, y de las circunstancias en que vive y trabaja. Veamos algunos ejemplos:
 
*Él puede hacer pequeños carteles de divulgación del trabajo teosófico y pegarlos en lugares visibles de su ciudad.
 
*Él puede enviar material teosófico por correo electrónico a sus amigos y conocidos.
 
*Es posible invitar a familiares, colegas y amigos a estudiar juntos un buen texto teosófico.
 
*Está a su alcance comenzar en cualquier momento un diálogo con alguien, de cualquier edad, abordando impersonalmente temas vivenciales que le permitirán no solo evitar conversaciones inútiles, sino también practicar la autoexpresión, compartiendo con los demás lo que hay de mejor en sí mismo y poniendo en movimiento su visión universal de la vida.
 
*Él debe indicar y preservar las fuentes de la enseñanza. En el diálogo con los otros, debe situarse como un co-aprendiz, evitando toda pose de maestro. Así no dará pasos en falso.
 
Es un error pretender interferir directamente en la vida de las personas. Cada uno debe decidir por sí mismo. Es correcto poner delante de la gente la filosofía esotérica y su visión del alma inmortal. La teosofía invita a las personas a que examinen por sí mismas algunas cuestiones básicas; entre ellas:
 
1) ¿Cuál es la meta de la vida, si no es la felicidad?
 
2)  Ilusiones aparte, ¿hasta qué punto soy feliz?
 
3) ¿Qué es lo que realmente necesito para obtener más paz?
 
4) ¿Estoy viviendo de la manera más correcta?
 
5) ¿Cuáles son las fuentes internas de mi sufrimiento?
 
6) ¿Por qué el altruismo trae felicidad? ¿De qué modo?
 
7) ¿Cómo funciona, en la práctica, la ley del karma y de la reencarnación?
 
La Confianza Torna Posible la Transmisión
 
Para transmitir la teosofía como un proceso vivo es necesario tener una cantidad suficiente de confianza en la vida, de confianza en nosotros mismos, y en la enseñanza.
 
El ser humano confía cuando tiene conocimiento y experiencia con relación al objeto de confianza. Sin embargo, lo contrario es verdadero: el ser humano también gana experiencia y conocimiento cuando tiene la confianza suficiente para  hablar con los demás sobre sus pensamientos, y el coraje de poner a prueba – en el diálogo – sus ideas.
 
La confianza en la enseñanza está relacionada con la confianza en uno mismo. Como se sabe, la autoconfianza surge del autoconocimiento. El verdadero autoconocimiento es el conocimiento que el yo inferior adquiere sobre su propia alma inmortal. Para alcanzarlo, el sentido común y la moderación son indispensables.  
 
El individuo sensato examina con calma la vida y decide qué cosas son sólidas y confiables para sí mismo. Él confía en sus buenos sentimientos y en los buenos sentimientos de los demás, pero también sabe que tales sentimientos son mutables e imperfectos.
 
Él confía en su propia capacidad de razonar. Sabe que comete errores con frecuencia, pero percibe que puede aprender de ellos. Siente también que tiene dentro de sí la esencia de la verdad, aunque vive en un mundo en el que la ilusión está muy presente. Sabe que, cuando escucha a su consciencia, alcanza la paz interna.  Él avanza siguiendo el método científico de ensayo y error. El teósofo desarrolla un enfoque experimental ante la filosofía esotérica. Vive su sentimiento de confianza como algo que está sujeto a un continuo examen crítico.
 
La confianza no tiene valor cuando está separada del discernimiento y de la responsabilidad propia. Lo mismo se aplica al concepto de lealtad. En la antigua China, el sabio Confucio dijo:
 
“El hombre sabio es leal de manera inteligente, y no de modo ciego.” [4]
 
Un Maestro de los Himalayas escribió que tres palabras resumen el Camino: autoconocimiento, autorrespeto y autocontrol. De estas características surge naturalmente la verdadera autoconfianza.
 
Enseñar Con el Ejemplo
 
El camino teosófico puede y debe ser recorrido más en silencio que en el mundo de las palabras, y, por tanto, enseñar con el ejemplo tiene una importancia decisiva. Sin el ejemplo no sería posible transmitir conocimiento. Las acciones hablan con tanta o más fuerza que las palabras. Ningún discurso puede ser más fuerte que la práctica diaria de la cual emerge. No es necesaria la perfección, pero el autoperfeccionamiento es fundamental: el esfuerzo en la dirección correcta transmite fuerza a las palabras.
 
Dar un buen ejemplo no significa que alguien será aplaudido, porque la búsqueda de la sabiduría contraria las rutinas establecidas.
 
El ejemplo de una vida sabia no siempre será reconocido como tal. El vegetariano está sujeto a críticas por el mero hecho de abstenerse de comer cadáveres de animales inteligentes. Quien decide parar de ingerir bebidas alcohólicas tal vez sea considerado antisocial. Dedicar algunas horas cada día a los estudios filosóficos probablemente contrariará los hábitos familiares. Aquel que habla de karma, reencarnación y teosofía tal vez sea acusado de tener ideas excéntricas.
 
Uno necesita coraje para seguir la voz de la consciencia y dar su testimonio. Una saludable indiferencia a las críticas injustas forma parte del autoentrenamiento. Puede haber diez personas criticando y una persona que esté en sintonía con las ideas teosóficas. La crítica es generalmente superficial, mientras que la sintonía es profunda, y por eso tiene más valor que la suma de las reacciones negativas. También es posible que en algún momento haya cientos o miles de personas sintonizadas con el trabajo y no haya ningún crítico o adversario. Sin embargo, es mejor no apegarse a situaciones agradables.
 
Además del ejemplo individual, el estudiante puede compartir con los demás la fuente de su aprendizaje. En algún momento de la caminata, él siente que, así como la filosofía teosófica llegó hasta él y lo liberó de un determinado grado de sufrimiento, también es posible hacer que el conocimiento llegue a más personas. De esta comprensión emerge la idea de transmitir – como si fuese un regalo – aquello que uno recibió gratuitamente. Es una forma de devolución: el estudiante le devuelve a la Vida aquello que la Vida le dio.
 
El ejemplo es la base de la transmisión. El ejemplo no es suficiente, porque un edificio no está hecho solo de sus cimientos, pero es indispensable. El verdadero aprendizaje comienza cuando hacemos algo por el despertar de los demás. Sin embargo, ningún autor serio dijo jamás que los primeros pasos son fáciles. El camino del movimiento esotérico auténtico no es una carretera asfaltada que hay que recorrer con rapidez.
 
Observar la Intención
 
El cultivo del altruismo y de la sabiduría en uno mismo y en los otros es una tarea que requiere paciencia. Debemos examinar la sustancia de nuestra motivación personal y de la intención real del grupo teosófico del que participamos.
 
Al abordar la acción colectiva, Helena Blavatsky escribió:
 
“Para la expansión del movimiento teosófico – un canal útil para la irrigación de los campos resecos del pensamiento contemporáneo con las aguas de la vida – se necesitan Logias en todo lugar. No meramente grupos de simpatizantes pasivos, tales como los ejércitos adormecidos de frecuentadores de iglesias, cuyos ojos están cerrados mientras el ‘demonio’ barre el suelo; no, eso no. Se necesitan Logias activas, profundamente despiertas, dedicadas, inegoístas, cuyos miembros no estén revelando constantemente su propio egoísmo al preguntar: ‘¿qué ganamos al adherirnos a la sociedad teosófica, y en qué nos puede perjudicar eso?’; sino que estén examinando la siguiente pregunta: ‘¿podemos ayudar sustancialmente a la humanidad al trabajar por esta buena causa con todos nuestros corazones, nuestras mentes, y nuestras fuerzas?’ ” [5]
 
La comprensión de la vida aumenta radicalmente cuando pasamos a trabajar con altruismo y buscamos transmitir el conocimiento de las leyes universales dejando de lado toda expectativa de recompensa personal.
 
La recompensa ocurre cuando no pensamos en ella: olvidarse de uno mismo es lo que abre el camino hacia la felicidad.
 
NOTAS:
 
[1] “A Book of Quotations”, de Robert Crosbie, Theosophy Co., Mumbai, India, 108 pp., ver p. 52.  La obra está disponible en nuestros sitios web asociados.
 
[2] Rabino Hillel, citado en “A Ética do Sinai”, Livraria e Editora Sêfer, SP, 1998, 522 pp., ver pp. 54-55.
 
[3] “La Importancia de Vivir”, Lin Yutang, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, décima edición, julio de 1945, 593  pp., ver página 515.
 
[4] “The Analects”, Confucius, Dover-Thrift Editions, Dover Publications, Inc., Nueva York, 1995, 128 pp., Libro XV, p. 96.
 
[5] “Lodges of Magic”, artículo publicado en “Theosophical Articles”, de H. P. Blavatsky, colección de tres volúmenes, Theosophy Co., volumen I, ver p. 290.
 
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El artículo “La Transmisión de la Teosofía” es una traducción del portugués y ha sido hecha por Alex Rambla Beltrán, con apoyo de nuestro equipo editorial, del cual forma parte el autor. Título original y link: “A Transmissão da Teosofia”. La publicación en español ocurrió el 19 de febrero de 2019.
 
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