El Movimiento Esotérico Auténtico Está
Plantando las Bases de una Sociedad Justa
  
 
Carlos Cardoso Aveline
 
 
 
Una escultura pacifista en la sede de las Naciones Unidas, en Nueva York
 
 
 
El maestro espiritual de Helena Petrovna Blavatsky se le aparecía en sueños y en visiones desde su infancia, y le daba auxilio en momentos especialmente difíciles. En el plano físico, sin embargo, la primera y decisiva conversación entre maestro y discípula ocurrió en Londres, en 1851, el día que ella cumplió 20 años.
 
Tal vez fue esta conversación la que definió el rumbo de la vida de la futura creadora del movimiento esotérico moderno. La narración clásica del escritor finlandés Pekka Ervast respecto a la conversación puede ser vista como una leyenda simbólicamente verdadera, o por lo menos plausible. [1] Ervast fue un profundo estudiante de la vida y obra de H.P.B., y hay numerosos elementos de verdad en su relato novelesco.
 
Al inicio del diálogo, el maestro le pregunta a la joven H.P.B. si desea volverse una gran pianista. En este caso, recibirá dinero y homenajes en los lugares a donde vaya. H.P.B. responde que detesta aparecer delante del público y que siente que nunca será una gran música. Ella añade que no le gustaría hacer nada con el fin de obtener dinero o prestigio público. En seguida, el diálogo avanza con calma hacia el camino místico. Es a través de un completo autoolvido y sacrificio personal como el discípulo tiene acceso a la bendición y a la aventura trascendente de ayudar de modo más directo a la evolución humana.
 
El maestro afirma que la humanidad está delante de un desafío práctico: la civilización occidental parece condenada a desaparecer de manera lamentable. Él le muestra a Helena, clarividentemente, escenas de una guerra terrible, con miles, millones de personas matándose unas a otras. Las bombas y el fuego destruyen vidas por todos lados. En un determinado momento, emocionada, Helena le pide al maestro que interrumpa las visiones. Él le pregunta a ella, entonces, si le gustaría ayudarlo a evitar que Europa sea destruida de aquel modo. En respuesta, Helena quiere saber de qué manera puede ser digna de ayudar al cumplimiento de tamaña tarea. Instantes después, ya estaba decidido: ella dedicaría su vida a la causa de la fraternidad universal, participando de un esfuerzo colectivo por desarticular las causas de la guerra y de la intolerancia, y por plantar las semillas de la consciencia planetaria y de la convivencia pacífica entre todos.
 
De hecho, hace muchos millares de años, según la filosofía esotérica, que los sabios inmortales de los Himalayas y de otras regiones del mundo observan e influencian la evolución humana en conjunto, actuando con una perspectiva a largo plazo. Un Chohan oriental fue descrito por uno de los Mahatmas como un ser para quien “el futuro es como una página abierta”. [2] Tales Mahatmas, Rishis e Inmortales prevén las tendencias del futuro a partir del examen de las causas que están en movimiento, y teniendo en cuenta el carácter cíclico de la evolución de la vida. Ellos  anticipan y preparan con gran anterioridad cada momento decisivo de la evolución de la humanidad. Con ayuda de sus discípulos y de otras personas de buena voluntad a lo largo del mundo – con quienes tienen varias formas de contacto interior -, ellos toman medidas para que los sufrimientos y las crisis de la evolución humana se transformen, en última instancia, en experiencias acumuladas útiles y lecciones de sabiduría valiosas.
 
En el siglo XIX, ya estaba más que claro, pues, para los Mahatmas de los Himalayas y algunos de sus discípulos, que el siglo XX traería guerras peligrosas desde el punto de vista del proceso evolutivo humano.
 
Tomada la decisión de trabajar por la fraternidad universal, H.P.B. comienza a viajar por el mundo. Conoce y establece lazos con maestros y discípulos de varias regiones geográficas y culturales, incluso en los Andes sudamericanos. Visita a sabios en Perú y Bolivia, cerca de la frontera con Brasil, y escribe al respecto en “Isis sin Velo” y en el texto “Una Tierra de Misterio”. [3]
 
Finalmente, el siete de septiembre de 1875, H.P.B. crea en Nueva York el movimiento teosófico moderno. El primer objetivo de este emprendimiento – a largo plazo, sin duda – es construir un núcleo de fraternidad universal, sin distinción de clase, raza, nacionalidad, credo religioso, sexo o casta. El destino del movimiento será trabajar contra la marea de ignorancia espiritual que provoca las guerras, la violencia física y emocional, la injusticia social y otras formas de sufrimiento innecesario.
 
Desde aquel momento hasta los últimos días de su vida, Helena trabajó largas horas al día produciendo textos y libros que mostraron, definitivamente, los mecanismos colectivos de ignorancia – en el plano de la religión, de la filosofía y de la ciencia – que funcionan como causas de la falta de fraternidad entre los seres humanos. Al mismo tiempo, su obra escrita revela la esencia común a todas las tradiciones culturales de la humanidad. Ella mostró que la percepción, la vivencia y la promulgación activa de esta sabiduría universal permiten eliminar las fuentes de la injusticia, de la ilusión y de la infelicidad.
 
En psicología, se sabe que cuando un mecanismo inconsciente de sufrimiento se vuelve consciente, pierde su “fuerza mágica”; se desarticula, y así abre espacio para la sanación y la comprensión del todo. Es de este modo como avanza el autoconocimiento, y lo mismo ocurre en el proceso evolutivo de la humanidad en conjunto.
 
H.P.B. y los otros pioneros del movimiento teosófico comenzaron a desnudar el mecanismo ilusorio a través del cual las castas sacerdotales, por un lado, y los científicos acomodados, por otro lado, impiden la liberación responsable del individuo humano. El juego de los intereses institucionales y materialistas perpetúa la credulidad de las masas y prolonga la situación de desinformación colectiva sobre el camino de la libertad interior.
 
Como tantos otros sabios de los últimos dos mil años, H.P.B. trabajó para romper los falsos consensos que conducen a la inercia del alma. Ella mostró los errores y los absurdos de la religión y de la ciencia convencionales. Desafió al mismo tiempo a los molinos de viento del materialismo ciego, con su cientificismo estrecho, y a los del dogmatismo religioso, igualmente desprovisto de visión. Irritó a todos los poderes de su tiempo y, en consecuencia, fue tachada de deshonesta, fraudulenta y falsa. Pero ella ya no podía ser crucificada físicamente, o quemada en la hoguera, como ocurría en siglos anteriores. Los que temían la verdad tuvieron que contentarse con crucificarla moralmente. Ella resistió el tiempo suficiente y, habiendo cumplido la parte principal de su misión, abandonó la “cáscara” – es decir, su cuerpo físico – en Londres, el día ocho de mayo de 1891, a los 60 años de edad.
 
Poco después de su muerte, el movimiento teosófico dejó de mostrar públicamente el hecho de que las religiones dogmáticas son una causa central de ignorancia, guerras y sufrimiento. Los teósofos abandonaron, por lo menos en parte, el proyecto original de liberar combativamente el pensamiento de Occidente de los dogmas religiosos y del autoritarismo intelectual. Aun así, el movimiento teosófico continuó siendo un depósito vivo de sabiduría, especialmente en sus sectores minoritarios que renunciaron a las maniobras políticas e institucionales de búsqueda de poder para permanecer fieles a la enseñanza original.
 
Mirando retrospectivamente los acontecimientos mundiales, hoy podemos decir:
 
“Si hubiese continuado el esfuerzo teosófico de concienciación general sobre los mecanismos de ignorancia colectiva – con sus ilusiones tecnocráticas, por un lado, y su dogmatismo religioso, por otro – el mundo podría estar mejor en este siglo XXI. No tendríamos tanta violencia por motivos religiosos ni una destrucción tan grande de los recursos naturales. No habría tantos administradores públicos usando las más sofisticadas técnicas de propaganda con el objetivo de mentir con más eficacia y dominar por algún tiempo las mentes de los ciudadanos honestos”.
 
Pero, por otro lado, si el movimiento hubiese tenido menos éxito, estaríamos en una situación más difícil que la actual. No hay motivos para la amargura, ni para las lamentaciones o el pesimismo. Los teósofos que permanecieron leales a la enseñanza original hicieron lo que estaba a su alcance, y ha existido hasta hoy un pequeño número de estudiantes en varios países que mantiene viva la propuesta de fraternidad universal con base en una sólida comprensión de la sabiduría divina. La Logia Independiente de Teósofos forma parte de este núcleo. Pero es necesario tener en cuenta que un gran número de grupos y movimientos que no estudian teosofía – por lo menos no bajo este nombre – trabajan, cada uno a su modo, en la misma dirección general de una vivencia de la fraternidad entre todos los seres, y contribuyen positivamente a la meta común. Entre ellos está la “Buena Voluntad Mundial”, además de sectores de todas las religiones, movimientos sociales diversos, grupos de ambientalistas y personas de buena voluntad en general. Todo gesto sincero ayuda a la causa de la evolución humana.
 
Con el esfuerzo específico y nítido que pudo llevarse a cabo a través del movimiento teosófico auténtico, se evitó lo peor y se preservó la clave del desarrollo futuro de la civilización. La fundación del movimiento en 1875 fue la plantación de una semilla y el establecimiento de una base concreta para la futura organización solidaria de la civilización humana.
 
La meta central de la Organización de las Naciones Unidas, ONU, corresponde al primer objetivo del movimiento teosófico: la fraternidad universal. Esta organización corresponde a un florecimiento más visible y todavía imperfecto del esfuerzo teosófico y del trabajo de los Mahatmas y sus discípulos.
 
Hay indicaciones sutiles, numerológicas y de otros tipos, que relacionan la fundación del movimiento teosófico y el día en que la misión de H.P.B. se completó – el ocho de mayo de 1891 – con la victoria de la democracia y del humanismo contra el nazismo, en el siglo veinte.
 
La ONU fue creada en 1945, exactamente 70 años después de la creación del movimiento teosófico en 1875. La sede de la ONU está en Nueva York, la misma ciudad en que el movimiento teosófico fue fundado por H.P.B.
 
El final de la Segunda Guerra Mundial es conmemorado cada año el ocho de mayo. Este es el mismo día y el mes en que H.P.B. murió, dando por concluida su misión en 1891, cuarenta años después de su conversación inicial con el Maestro, en Londres.
 
En el momento en que la Segunda Guerra terminó, en Europa, el presidente norteamericano era Harry Truman. Él era vicepresidente, y asumió la presidencia con la muerte de Franklin D. Roosevelt en abril de 1945. El signo zodiacal de Truman era Tauro, habiendo nacido precisamente el mismo día ocho de mayo, día al que los teósofos han llamado hasta hoy “día del loto blanco”, en homenaje a H.P.B. Fue también un ocho de mayo – en 1945 – cuando Harry Truman anunció, oficialmente, la rendición de la Alemania nazi. [4]
 
Tampoco es por mera casualidad que el artículo primero de la Carta de las Naciones Unidas, que define los propósitos de la ONU, repita, literalmente, una parte significativa del primer objetivo del movimiento teosófico. El tercer ítem del artículo proclama la fraternidad universal en términos claramente teosóficos, al afirmar que su propósito es:
 
“Realizar la cooperación internacional en la solución de problemas internacionales de carácter económico, social, cultural o humanitario, y en el desarrollo y estímulo del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales de todos, sin hacer distinción por motivos de raza, sexo, idioma o religión”. [5]
 
La persecución de los judíos fue un hecho central antes y durante la Segunda Guerra Mundial, y, terminado el conflicto militar abierto, una de las principales amenazas del siglo veinte fue la Guerra Fría entre Rusia y Estados Unidos. El grupo de fundadores del movimiento teosófico en Nueva York no solo incluía varios judíos, estudiantes de Cábala, sino que su principal líder era una rusa, y todos los otros fundadores eran norteamericanos.
 
Estas varias indicaciones sutiles y coincidencias numerológicas y de ideas no solo parecen sugerir una fuerte influencia trascendente del trabajo de H.P.B. sobre los acontecimientos mundiales posteriores a la vida de ella, sino que dan a entender, también, que la misión de H.P.B. y la fase pionera del movimiento teosófico tuvieron el éxito posible, en lo que se refiere a evitar lo peor de las guerras previstas para el siglo veinte. Y no es correcto esperar de un emprendimiento más que un éxito humanamente posible.
 
El paralelo entre el movimiento esotérico auténtico y la Organización de las Naciones Unidas es, sin duda, perceptible. El movimiento teosófico y los grupos que siguen de algún modo su ejemplo son el semillero y el núcleo inicial de la futura mentalidad humana, solidaria y sabia en el plano individual. La ONU y las instituciones vinculadas a ella son el semillero de las relaciones humanas e institucionales sabias, en el plano colectivo, global, planetario. Y hay una relación directa entre estos dos procesos: uno es interno y el otro externo. En verdad, sin embargo, no existe nada enteramente nuevo bajo el sol, y la ONU solo actualiza un viejo sueño y un antiguo proyecto preparado desde hace mucho tiempo por Maestros y Sabios de diferentes culturas.
 
La tradición judaica y cristiana, por ejemplo, pronostica la fraternidad universal y la paz perpetua entre las naciones. Isaías, 2: 3-5, anuncia el tiempo en que:
 
“No alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra”.
 
Mucho tiempo después, en 1795, el filósofo alemán Immanuel Kant propuso las bases de la actual ONU en su libro “La Paz Perpetua”. [6]
 
En el siglo XIX, el poeta inglés Alfred Tennyson – cuyo trabajo era acompañado por los Mahatmas – previó en su famoso poema “Locksley Hall” no solo la Gran Guerra del siglo XX, sino que también profetizó para después de ella la creación del “Parlamento del hombre, la federación del mundo”, que debería acompañar el final definitivo de las guerras. [7]
 
A comienzos del siglo veinte, poco después de la Primera Guerra Mundial, la creación de la Liga de las Naciones fue un intento concreto de avanzar por este rumbo. La actual ONU constituye una etapa preparatoria más en la marcha inevitable hacia este ideal humanitario, que es judaico, cristiano, budista, teosófico, y universal.
 
La intolerancia y el fanatismo religioso ocupan un lugar central en la fuente de la mayor parte de las guerras de los últimos 2000 años. Al estudiar la manera en que el dogmatismo religioso impide el pensamiento libre, el pensador Sigmund Freud hizo, en el siglo veinte y en el campo de la psicología, lo que H. P. Blavatsky había hecho en el siglo XIX, en el plano amplio de la filosofía esotérica.
 
Freud desnudó las religiones dogmáticas y las mostró como mecanismos ilusorios enfermizos, que se alimentan de los miedos y pasiones primarios del alma humana. Léase, especialmente, su brillante ensayo “El porvenir de una ilusión”. Erich Fromm, un importante pensador también relacionado con el psicoanálisis, avanzó en una línea de pensamiento que se suma a la propuesta teosófica. Fromm hizo propuestas prácticas valiosas en contra de tratar al ser humano como un simple objeto sin alma, un detalle numérico y estadístico de la sociedad tecnocrática.
 
En el siglo XXI, está cada vez más claro que el camino hacia la paz debe incluir una discusión abierta sobre el proceso de dominación autoritaria de la mente humana a través de dos tipos de mecanismos. Por un lado, están los mecanismos típicos del consumismo materialista. Por otro lado, están los mecanismos religiosos convencionales como los rituales y la creencia ciega, por los cuales los sacerdotes asalariados de varias sectas e iglesias prometen una falsa iluminación espiritual a cambio de obediencia automática, de renuncia a la libertad mental, y, por supuesto, de la contribución financiera de los “fieles”.
 
La misión original del movimiento esotérico incluye, pues, la tarea doble de mostrar la falsedad de las creencias supersticiosas y del materialismo consumista.
 
Para avanzar en este sentido, los estudiantes de teosofía auténtica tienen marcos referenciales valiosos en la literatura producida por HPB y los Maestros. [8] En diversas obras y textos, los mecanismos de dominación y manipulación de las mentes son revelados con serenidad, junto con lecciones claras y transparentes sobre el camino de la liberación y de la espiritualidad no-dogmática.
 
Seguramente, no habría en el siglo XXI la posibilidad de combatir tan fácilmente la intolerancia y el fanatismo religiosos, si la propuesta original del movimiento teosófico no hubiese sido preservada. Esta propuesta de trabajo por el futuro de la humanidad pertenece ahora a la humanidad como un todo, y continúa siendo una clave para el futuro. La humanidad está procesando sus lecciones a su ritmo natural y a lo largo de los siglos. Ya han transcurrido varias generaciones desde el ocho de mayo de 1891, y los ciudadanos de buena voluntad del siglo XXI tienen en sus manos una oportunidad valiosa para acelerar la liberación espiritual de la mente humana, preservando la autonomía fundamental de cada individuo.
 
En la era de Acuario, que comenzó en torno del año 1900, la iluminación espiritual no tiene nada más que ver con “rebaños” o “pastores”. Ella es impulsada por individuos libres y responsables de sus propias vidas. A partir de ahora, la acción solidaria debe preservar la originalidad esencial de cada ser, al mismo tiempo que todo ciudadano puede vivenciar la unidad interior que lo une a los otros seres.
 
 
NOTAS:
 
[1] “HPB”, de Pekka Ervast, Theosophical Publishing House Londres, 1933, 64 páginas, Escena Uno. El libro es el texto de una obra teatral. Respecto al encuentro de H.P.B. con el Maestro, véase también el libro (en portugués) “Reminiscências de H.P. Blavatsky e de A Doutrina Secreta”, de la Condesa Constance Wachtmeister (y otros), 140 pp., Ed. Pensamento, SP, p. 46.
 
[2] “Cartas dos Mestres de Sabedoria”, editadas por C. Jinarajadasa, Ed. Teosófica, Brasilia, 1996. Véase la Carta 16 de la primera serie, p. 57.
 
[3] “Una Tierra de Misterio”, de H.P. Blavatsky, está disponible en nuestros sitios web asociados. El texto está dividido en cuatro partes. Haga clic aquí para acceder a la primera de ellas.
 
[4] Véase la entrada “Truman, Harry”, en “Encyclopaedia Britannica”, William Benton, Publisher, Chicago, Londres, Toronto, edición de 1968, volumen 22, pp. 274-275.
 
[5] Carta de las Naciones Unidas, Capítulo I, Artículo I, Tercer Ítem.
 
[6] “La Paz Perpetua”, Immanuel Kant, Ed. Longseller S.A., Buenos Aires, 2001, 160 pp.; “Perpetual Peace – and other essays”, Immanuel Kant, Hackett Publishing Company, Indianápolis/Cambridge, EE. UU., 1983, 152 pp.
 
[7] La profecía de Alfred Tennyson aparece en el capítulo siete del libro “A Vida Secreta da Natureza”, Carlos Cardoso Aveline, Editora Bodigaya, Porto Alegre, 2007, 156 páginas.
 
[8] Véanse también “Las Cartas de los Mahatmas”, Ed. Teosófica, Barcelona, 1994, especialmente las Cartas 30, 88 y 90. Este volumen está disponible en nuestros sitios web asociados. Y también la obra “Isis sin Velo”, de H.P. Blavatsky. Otros documentos importantes en este sentido son las cartas número 01 y número 46, de la primera serie, en “Cartas dos Mestres de Sabedoria” (Ed. Teosófica, Brasilia), o letters 01 and 46 en “Letters From the Masters of the Wisdom – First Series”.
 
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El artículo “La Teosofía de la Civilización Futuraes una traducción del portugués, hecha por Alex Rambla Beltrán con apoyo de nuestro equipo editorial, del cual forma parte el autor. Título original y link: “A Teosofia da Civilização Futura”. La publicación en español ocurrió el 12 de junio de 2019.
 
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