Cómo la Teosofía Clásica
Describe la Reencarnación
 
 
Carlos Cardoso Aveline
 
 
 
 
 
“(…) Aquel que tiene en su mano las
llaves de los secretos de la Muerte está
en posesión de las llaves de la Vida”.
 
(“Las Cartas de los Mahatmas”, Carta 65, p. 520)
 
 
 
0000000000000000000000000000000000000000000
 
El siguiente texto muestra la rueda cíclica
que incluye vida, existencia después de la
muerte y renacimiento, en una visión comparada
con los procesos diarios de dormir, soñar y despertar.
 
Basado en las Cartas de los Mahatmas y en los escritos de
Helena P. Blavatsky, el artículo propone una “visión de 360
grados” con relación al proceso completo que ocurre entre
dos vidas del mismo ser humano, normalmente separadas
por un periodo que varía entre mil y tres mil o cuatro mil años.
 
(CCA)
 
0000000000000000000000000000000000000000000000000000000
 
 
 
1. Definiendo la Teosofía Original
 
Antes de abordar el proceso que ocurre entre dos vidas físicas de la misma alma inmortal, hay algo que debemos destacar. Una premisa básica y esencial establece una línea de separación entre la teosofía clásica y la espiritualidad imaginaria.
 
De acuerdo con la teosofía de Helena Blavatsky, todo camino espiritual pasa por la ampliación del contacto entre el alma mortal (yo inferior, kama-manas) y el alma inmortal (también conocida como mónada, atma-buddhi, yo superior).
 
El apego a creencias o ceremonias le impide a uno buscar libremente la verdad. El uso o la intención de obtener “poderes” en el plano astral – ejercidos por el yo inferior – es una manipulación irresponsable de las energías, que en muchos casos tiene graves consecuencias en la existencia después de la muerte y en las vidas siguientes.[1] Las raras excepciones a esta regla ocurren en el caso de las personas que tienen el don natural (y no buscado) de hacer curaciones, y que, además, lo usan de manera altruista y no como medio de enriquecerse personalmente.
 
En el grupo de prácticas erróneas relacionadas con la manipulación de energías sutiles pero no espirituales se incluyen la proyecciología, la mediumnidad, la clarividencia inducida, y toda manipulación personal e intencional de energías sutiles cuya meta no sea el bien de la humanidad como un todo. Estos son los llamados “siddhis inferiores”, cuya búsqueda es un serio obstáculo para la verdadera espiritualidad. En cuanto a las llamadas “canalizaciones”, hay dos posibilidades:
 
1) Cuando no son una mera fantasía, pertenecen al tipo de mediumnidad que tiene lugar en el plano ilusorio de los siddhis inferiores;
 
2) Cuando son solo fantasías, tienen el mal karma de la falta de discernimiento y de la adopción de una actitud infantil ante lo sagrado.
 
La teosofía auténtica evita transformar el camino espiritual en un espectáculo público de fuegos artificiales. Ella no busca hechos extraordinarios, y cuando estos suceden, no los divulga. Trabajando lenta y gradualmente, ella transfiere de modo silencioso y casi imperceptible el foco de la consciencia desde el yo inferior hacia el yo superior. Este es el camino del Raja Yoga y del Jnana Yoga, que incluye lo mejor del Karma Yoga. Es un proyecto de acción a largo plazo, e implica varias encarnaciones. Él es recorrido a través de la reflexión, de la autodisciplina, la autopurificación, y la contemplación de las grandes verdades universales.
 
El camino teosófico incluye:
 
* La acción altruista;
* Una visión interdisciplinaria de las cosas;
* Una actitud impersonal delante de la vida, y
* La práctica de la compasión universal.
 
De este modo se amplía Buddhi-Manas, el principio de la inteligencia sin fronteras.
 
En la etapa actual del desarrollo humano, está siendo preparada la sexta subraza de la quinta raza-raíz. Este es el próximo paso de la evolución humana. No se trata de una subraza en el sentido físico. La teosofía es la filosofía de la fraternidad, y ninguna raza-raíz o subraza es intrínsecamente superior o inferior a otra. Todas son igualmente instrumentos al servicio de la evolución de la mónada o alma inmortal, y cada mónada debe renacer en las diferentes razas-raíces y subrazas.
 
Cualquier forma de racismo es un mecanismo de ignorancia espiritual. El nuevo tipo de seres humanos tendrá una percepción del mundo naturalmente universal, y un número cada vez mayor de pioneros de esta humanidad ha estado despertando desde el final del siglo XIX. El movimiento teosófico auténtico tiene como meta ayudar en este proceso de despertar de la inteligencia superior, que es intrínsecamente solidaria.
 
Los ciudadanos del futuro se caracterizan por la intuición racional y por la razón intuitiva, características inseparables del sentimiento de fraternidad planetaria. Estas funciones de la consciencia activan nuevos circuitos cerebrales y nuevas áreas de la mente humana. Y, en ese despertar, la atención y el discernimiento son fundamentales.
   
Es necesario desarrollar la capacidad de ver la línea de separación entre los elementos pseudoespirituales del yo inferior y las cosas verdaderamente universales y esenciales. Lo correcto es llevar una vida simple y altruista, evitando las propuestas “espirituales” aparentemente espectaculares, pero que no poseen un contenido duradero ni son aprobadas por el sentido común.
 
De acuerdo con la filosofía esotérica, y con el Nuevo Testamento, el estudiante debe, pues, buscar el tesoro que está en los cielos, y el resto se le dará por añadidura.
 
Establecida esta premisa, veamos cómo los Maestros de los Himalayas describen, en “Las Cartas de los Mahatmas”, el proceso que ocurre entre dos vidas. Se trata de una evolución que se desdobla fundamentalmente en dos planos. Primero viene el plano del yo inferior; después, el del yo superior.
 
2. Kama-Loka, el Lugar de los Deseos
 
La primera etapa después de la muerte física es el kama-loka (literalmente, “el lugar de los deseos y sentimientos personales”).
 
El kama-loka corresponde de algún modo al “purgatorio” cristiano. La gran diferencia, por supuesto, está en que el purgatorio cristiano es un lugar colectivo administrado autoritariamente por el dios de los sacerdotes, mientras que el kama-loka es un estado de consciencia, y es llamado “lugar” solo en sentido simbólico. El kama-loka es una realidad subjetiva enteramente individual. Es el producto del karma específico del alma inmortal de uno. Es la cosecha de lo que el yo inferior sembró durante la vida física.
 
El pasaje de “Las Cartas de los Mahatmas” que veremos a continuación comienza revelando la duración normal del kama-loka. Ella varía “desde unas cuantas horas a unos pocos años”, según sea el caso, y con algunas excepciones.
 
El fragmento deja claro que los suicidios son algo gravísimo, y que otros tipos de muerte violenta también causan situaciones extremadamente difíciles en los procesos que tienen lugar después de la muerte. La gravedad de estas situaciones es debida al hecho de que el alma todavía no está preparada para desapegarse interiormente de la vida física. Esto resulta de su poca edad, en muchos casos, y del hecho de que la muerte aconteció durante la vivencia de sentimientos personales muy fuertes.
 
En términos sociales, la conclusión práctica de esto es que deberíamos evitar al máximo los diferentes tipos de muerte violenta en todo el mundo. Es de importancia fundamental que las personas tengan la oportunidad de vivir vidas largas, de reflexionar sobre la vida, y también de revisar sus vidas durante los años finales. Los ancianos recuerdan el pasado constantemente, lo cual es saludable y útil. Además, esta es una acción que prepara lentamente el terreno para los decisivos “30 a 90 segundos” finales de vida, cuando la revisión de toda la existencia ocurrirá como si fuese un “flash”, determinando la “resultante vectorial”, la nota clave kármica, el rumbo de todo el proceso sutil comprendido entre una vida física y otra.
 
Así pues, cuando los ancianos revisan constantemente acontecimientos que ocurrieron hace mucho tiempo, ellos no se están “volviendo caducos”, sino que están organizando sus recuerdos y sus archivos vivenciales, aprendiendo lecciones y trabajando para “dejar sus registros en orden” antes de marcharse. Esto no quiere decir que estén cerca de la muerte. La tarea puede comenzar décadas antes de morir. Los seres humanos pueden y deben tener todo su pasado a su lado, conscientemente, mientras viven el presente. La negación artificial y obstinada del pasado no ayuda. No hay ninguna separación entre pasado, presente y futuro. Es la comprensión del pasado, y no su supresión, la que ilumina el alma y la vuelve libre para vivir el presente.
 
Este fragmento de las Cartas esclarece el verdadero desastre que es la práctica espiritista de la mediumnidad. En el futuro podemos esperar que los movimientos espiritistas se liberen de este error, adoptando una visión más amplia de las cosas y comprendiendo que, en verdad, el camino evolutivo gira en torno al yo superior o alma inmortal, y no alrededor del alma mortal o de sus cascarones astrales.
 
En los párrafos siguientes, en negrita, el maestro usa el término “Ego” como sinónimo de “yo superior”. Otros términos técnicos son explicados entre corchetes, sin negrita, en cursiva.
 
Dice el Maestro:
 
La regla es que una persona que muere de muerte natural permanecerá en la esfera de atracción de la Tierra, es decir, en el Kama-Loka, “desde unas cuantas horas a unos pocos años”. Pero hay excepciones en el caso de los suicidas y, en general, en el caso de aquellos que mueren de muerte violenta. De ahí que uno de esos Egos, por ejemplo, que estuviera destinado a vivir, digamos 80 o 90 años, pero que se suicidó o murió de accidente, supongamos a los 20, tendrá que pasar en el Kama-Loka no “unos pocos años”, sino que, en este caso, tendrá que pasar 60 o 70 como Elementario [cascarón astral en el que predominan las energías egoístas], o más bien como “alma errante”, puesto que, desgraciadamente para él o para ella, no es ni siquiera un cascarón. ¡Dichosas, tres veces dichosas en comparación, son aquellas entidades desencarnadas que duermen su largo sueño y viven soñando en el seno del Espacio! Y ¡ay! de aquellos a quienes Trishna [sed de vivir] atrae hacia los médiums, y ¡ay! de los médiums que los tientan con un Upadana [la adquisición de órganos sensoriales] tan asequible. Porque al atraerlos y al permitirles satisfacer sus ansias de vida, el médium ayuda a que se desarrolle en ellos – y de hecho es la causa de ello – una nueva serie de Skandhas [los registros kármicos que perduran de una vida a otra], un nuevo cuerpo con tendencias y pasiones mucho peores que las del cuerpo que perdieron. Así, pues, todo el futuro de este nuevo cuerpo estará determinado no sólo por el mal Karma de demérito de la serie o grupo precedente de Skandhas, sino también por el de la nueva serie de la futura existencia. Si, tal como he dicho, los médiums y los espiritistas supieran tan sólo que a cada nuevo “ángel-guía” al que dan la bienvenida con entusiasmo le arrastran hacia un Upadana que será motivo de una serie de males incontables para el nuevo Ego que nacerá bajo su sombra nefasta, y que en cada sesión – especialmente cuando se trata de materializaciones – multiplican las causas de infortunio, causas que harán que el desgraciado Ego fracase en su nacimiento espiritual, o que renazca en una existencia peor que nunca – tal vez estos médiums serían menos pródigos en su hospitalidad.
 
Y ahora puede usted comprender por qué nos oponemos tan enérgicamente al Espiritismo y a la mediumnidad.
 
 
3. ¿Qué Consciencia Hay en la Existencia Después de la Muerte?
 
Veamos ahora cómo funciona la consciencia en las etapas que son posteriores a la muerte y tienen lugar en el kama-loka. Los dos fragmentos siguientes pertenecen a la Carta 20 C de “Las Cartas de los Mahatmas a A.P. Sinnett”. Debemos leerlos sabiendo que son solo dos fragmentos cortos: ellos esclarecen algunas cosas y plantean otras preguntas.
 
Es importante tener en cuenta que estas enseñanzas no pueden ser comprendidas repentinamente. El subconsciente del estudiante tiene su ritmo propio, diferente del ritmo de la mente consciente, y necesita participar en este proceso de investigación. De ahí la necesidad de tener paciencia.
 
El primero de los dos fragmentos incluye el concepto de “hechiceros”, usándolo en el sentido de “hechiceros egoístas”. No nos interesa investigar aquí esta situación desafortunada. Basta con decir que son seres destituidos de inteligencia espiritual, pero bastante astutos en su búsqueda de metas egocéntricas. Estos seres consiguen de algún modo postergar su cosecha kármica “durante un cierto número de vidas”. Este tema, sin embargo, no nos interesa. Nuestro camino es el camino de la inteligencia espiritual y de la unidad consciente con la Ley Una, la ley universal de la Verdad, de la Justicia y del Amor.
 
El término “adepto” significa “alguien muy experimentado en el camino de la Iluminación espiritual y cósmica”, que es el camino del altruismo y del autosacrificio por la liberación de todos los seres.
 
En el primer fragmento, el maestro afirma que solo en casos excepcionales el individuo percibe, en la existencia después de la muerte, que su cuerpo físico está muerto. Y alguien preguntará:
 
“¿Cómo puede ser esto?”.
 
La respuesta es simple. Usando la ley de la analogía, cabe recordar que mientras uno duerme raramente percibe que posee un cuerpo físico, y que este cuerpo físico está dormido, tranquilo y descansando. La situación es equivalente.
 
Dice el primer extracto de la página 182, Carta 20 C:
 
Los que saben que han muerto en sus cuerpos físicos sólo pueden ser o adeptos – o hechiceros, y ambos son la excepción a la regla general. Habiendo sido ambos “colaboradores de la naturaleza”, el primero para el bien y el segundo para el mal, en su obra de creación y en la de destrucción, ellos son los únicos a los que se puede llamar inmortales – en el sentido Kabalístico y esotérico, por supuesto.
 
Hasta aquí el primer fragmento.
 
El segundo es igualmente sorprendente, y aborda el hecho de que, en la existencia después de la muerte, no hay nada parecido a los pensamientos que producimos durante el estado de vigilia. El pensamiento que conocemos requiere el funcionamiento activo del cerebro físico. ¿Cómo podemos entender la consciencia más allá del cerebro? Aquí también vale la ley de la analogía. Todos podemos percibir que cuando estamos muy cansados tenemos la sensación de “ser incapaces de pensar más”. Si el pensamiento tal como lo conocemos pudiese ocurrir fuera del cerebro, no tendríamos esta sensación de imposibilidad.
 
Aunque podamos decir que la mente no es el cerebro, es un hecho que gran parte de las funciones mentales desaparece junto con la actividad del cerebro físico. Algunas de las funciones mentales que desaparecen después de la muerte serán recuperadas más tarde, en un plano subjetivo de consciencia.
 
El segundo fragmento, sacado de la página 183, dice:
 
Así pues, cuando un hombre muere, su “Alma” (quinto principio) se vuelve inconsciente y pierde todo recuerdo de las cosas, tanto internas como externas. Independientemente de que su permanencia en el Kama-Loka tenga que durar unos momentos, horas, días, semanas, meses o años; independientemente de que muriera de muerte natural o violenta, de que ello ocurriera en la juventud o en la vejez y de que el Ego haya sido bueno, malo o indiferente, – su conciencia lo abandona tan súbitamente como abandona la llama la mecha cuando se extingue.
 
Cuando la vida se ha retirado de la última partícula de materia cerebral, sus facultades perceptivas se extinguen para siempre, sus poderes espirituales de reflexión y de volición –  (en resumen, todas aquellas facultades que no son inherentes a la materia orgánica ni susceptibles de ser adquiridas por ella) – por lo pronto, desaparecen.
 
Hasta aquí el segundo fragmento, y no hay necesidad de mencionar su enorme importancia. Al igual que el primer fragmento, el segundo destruye una gran cantidad de ilusiones sobre el proceso que acontece entre dos vidas físicas.
 
Después del kama-loka, el foco central de la consciencia renace purificado en el Devachán, donde la consciencia vivirá un largo período de descanso y bienaventuranza, cosechando el buen karma de los aspectos espirituales de su vida terrenal. Esto, sin embargo, no siempre es algo fácil de comprender.
 
4. ¿Es el Devachán un Sueño Egoísta?
 
Una estudiante de teosofía clásica preguntó si el Devachán no es, a fin de cuentas, una especie de egoísmo:
 
“Con tantos seres que necesitan ayuda en nuestro planeta, ¿por qué alguien debería estar, durante un período de entre mil y tres mil años, en un estado de felicidad constante?”.
 
La pregunta es significativa, porque, de hecho, el Maestro usa la expresión “egoísmo” con relación al Devachán. Él escribe, en la respuesta tres de la Carta 16:
 
Por supuesto que éste es un estado, por así decirlo, de intenso egoísmo, durante el cual el Ego recoge la recompensa de su altruismo en la tierra.
 
Debemos esclarecer algo de esta frase del Maestro. En el budismo, así como en la teosofía, la palabra “egoísmo”, cuando hace referencia a los niveles elevados y espirituales de consciencia, no tiene ninguna relación con el egoísmo que podemos ver en los niveles inferiores de consciencia. Añadiendo elementos de flexibilidad a la frase, el Maestro escribió “por así decirlo” antes de “intenso egoísmo”, y subrayó estas dos palabras, que los editores de las Cartas correctamente publicaron en cursiva.
 
El término “egoísmo”, aplicado a los niveles espirituales de consciencia, significa un tipo de iluminación espiritual que no está directamente relacionado con la compasión universal. Sin embargo, se trata de un estado puro y espiritual. Es profundamente inofensivo y no tiene nada que ver con el egoísmo en el sentido de perjudicar a algún ser, ni en intención, ni en pensamiento, ni de ninguna manera.
 
Como la “persona” que está en el Devachán no es un Mahatma, un Buddha ni un alto iniciado, ella vivirá “eternamente” durante diez, veinte o incluso cuarenta siglos experimentando el placer espiritual correspondiente a su vida pasada.
 
Como vimos, esta individualidad carece del sentido vivo de solidaridad por todos los seres que tiene lugar en las etapas avanzadas del camino espiritual. Y esta es una de las diferencias fundamentales entre el Devachán, que es involuntario, y el Nirvana, que es voluntario.
 
El Nirvana equivale, por analogía, a una especie de “Devachán” que es alcanzado durante la propia vida del cuerpo físico. El Nirvana no ocurre obligatoriamente o porque “ha llegado la hora”, como en el caso del Devachán, sino que es alcanzado por mérito propio consciente, después de buscarlo con eficacia. El Nirvana no contiene ilusiones psicológicas, y libera al ser individual de la obligación de reencarnar en la fase actual de la humanidad.
 
El Nirvana es un éxtasis que casi siempre está vinculado al proceso de compasión universal. Es altamente compatible con un sentimiento de profunda unidad con todos los seres que existieron y que existirán en el futuro. Un discípulo avanzado conoce, durante la vida física, una parte significativa del Nirvana; por lo tanto, “no necesita” la bendición prolongada del Devachán para purificarse espiritualmente antes de nacer de nuevo. Así pues, el yo superior de un discípulo avanzado “desactiva” el engranaje obligatorio de la existencia típica después de la muerte. Él puede reencarnar más rápido, con el objetivo de ayudar a la humanidad.
 
El camino de los Maestros de los Himalayas y sus discípulos es el camino simbolizado en los evangelios del Nuevo Testamento, en la leyenda de Gautama Buddha y en otras escrituras religiosas. Es el camino del sacrificio completo por el bienestar de todos los seres, lo cual produce una felicidad sin límites. Por otro lado, un buscador egoísta no puede encontrar el camino del alma inmortal. Ocurre que a cada efecto le corresponde una causa. Si la meta (el efecto que debe ser alcanzado) es altruista, la motivación (la causa que lo provocará) tiene que ser igualmente altruista. Este es el camino de la victoria.
 
5. Preguntas y Comentarios
 
Muchos experimentarán una perplejidad al comenzar a estudiar el proceso de la reencarnación y especialmente al leer sobre “el lugar de los dioses”, el Devachán. Estas son algunas preguntas planteadas durante un intercambio de ideas, y los comentarios a ellas:
 
Pregunta 1:
 
Lamento decir que la visión espiritista de la existencia después de la muerte, con sus ciudades bien organizadas, su vida social, sus restaurantes y su posibilidad de vivir y de tener contacto con las personas, parece mucho más atrayente que una bienaventuranza subjetiva que corresponde a un estado de sueño en el Devachán.
 
Comentario:
 
Por supuesto. Es comprensible que una religión en busca de seguidores prometa “una vida mejor” en el “más allá”, en la cual el individuo pueda mantener todos los apegos y comodidades aparentes que tiene en la vida física, con la ventaja adicional de la ausencia de sufrimiento. También es comprensible que una persona que vaya a un restaurante en una ciudad espiritista subjetiva pueda comer a voluntad sin preocuparse por el nivel de colesterol. Eso sería obtener recompensas sin hacer ningún esfuerzo, cosechar sin plantar, producir causas que no tengan consecuencias. La naturaleza no funciona de este modo.
 
El camino de la verdad es estrecho precisamente porque está rodeado de ilusiones por los dos lados. La filosofía esotérica enseña a recorrer el camino escarpado de la renuncia a las ilusiones, y sitúa la verdad por encima del deseo personal de decir cosas agradables a nuestros amigos.
 
El árbol se conoce por sus frutos y, teniendo en cuenta los resultados, la verdad medio amarga es mejor que la ilusión agradable.
 
La realidad es que, cuando una persona muere, pierde de inmediato sus tres principios inferiores, que son:
 
1) el cuerpo físico (sthula sharira);
2) la vitalidad (prana); y
3) el patrimonio genético y kármico que orienta a la vitalidad (linga-sharira). 
 
Sin estos tres principios, el individuo ya no posee la capacidad de crear karma nuevo. Muerto el cuerpo físico, ya no hay más libre albedrío. Es cierto que el individuo no tiene consciencia de esta pérdida, y que podemos preguntarnos también cuántas personas – incluso mientras viven en el plano físico – poseen un verdadero libre albedrío sobre sus vidas, tomando decisiones independientes, y cuántas se dejan llevar ciegamente por las circunstancias. Sin embargo, en el segundo caso la “irresponsabilidad imprudente” es también una opción, pero los que la elijan tendrán que pagar un alto precio por ella. Desde que llega la muerte, ya no hay karma nuevo.
 
El contenido y el rumbo de todo el proceso posterior a la muerte física son determinados en los momentos finales de la vida física cerebral. En estos instantes, que duran tal vez entre 30 y 90 segundos, ocurre una “recapitulación” completa y detallada de la existencia humana que termina. En este minuto o minuto y medio surgen, como una resultante vectorial, el “script” y la trayectoria básicos de todo el proceso de entre mil y tres mil años (en promedio) que está comenzando, y que conducirá a una nueva existencia. [2]
 
Así pues, la fantasía de que alguien puede “hacer lo que quiera” durante la existencia posterior a la muerte es un producto de la imaginación idealizadora de las personas que no saben qué es, ni cómo funciona, la consciencia humana después de la destrucción del cuerpo físico.
 
No obstante, esta falta de conocimiento puede ser superada estudiando las enseñanzas clásicas sobre la metempsicosis o reencarnación. Hay seres “Inmortales” (en términos del taoísmo) que tienen intimidad con el Nirvana, al cual renunciaron solo para ayudar a la humanidad. Ellos saben bien qué es el Devachán, y conocen perfectamente el funcionamiento de todas las etapas de la existencia posterior a la muerte. Estos seres transmitieron enseñanzas que están a nuestro alcance. Podemos usar nuestro libre albedrío para estudiar estas enseñanzas, lo cual es un privilegio de gran valor.
 
Pregunta 2:
 
La idea del Devachán me provoca una sensación de tristeza. Hay un sentimiento de pérdida de algo, pero no sé definir bien este sentimiento. Tal vez mi noción de bienaventuranza después de la muerte sea demasiado terrenal. La verdad es que el Devachán me sugiere una situación de aislamiento.
 
Comentario:
 
Es probable que el 70 o el 80 por ciento del camino espiritual consista en abandonar las ilusiones mentales y emocionales que nos impiden percibir la verdad.
 
El estudio y el debate sobre el Devachán y otros aspectos de la reencarnación le muestran al mundo subconsciente del estudiante que él no es inmortal. En el día a día, la mayor parte de los individuos se relaciona con la vida física como si esta fuese ilimitada. Es verdad que, por dentro, somos inmortales. Esta sensación interior es correcta, pero nuestros instrumentos externos tienen un periodo de validez limitado, y es bueno tener esto claro.
 
Estudiando la visión teosófica clásica de los procesos posteriores a la muerte, obtenemos “una visión de 360 grados” del ciclo de la vida y de la muerte; no con base en idealizaciones, sino con base en hechos. Y aprendemos a valorar mejor el tiempo de vida del que disponemos.
 
Las idealizaciones bienintencionadas no ayudan mucho. No tiene sentido que haya ciudades en la existencia posterior a la muerte, por el mismo motivo que no existen ciudades ni restaurantes durante nuestros sueños. Si hubiera tales ciudades en el astral, todos podrían tener acceso a ellas al dormir, puesto que al dormir vamos al astral. El hecho central es que, así como los sueños de un individuo físicamente vivo son – con algunas excepciones – enteramente subjetivos y corresponden a su mundo personal, así también los estados después de la muerte son el resultado de su mundo subjetivo, que es exclusivamente suyo y que corresponde a su propio karma. Esto no elimina todas las posibilidades de que se produzca un contacto real entre un habitante de los estados posteriores a la muerte y las personas físicamente vivas, pero este contacto solo ocurre excepcionalmente, y se trata de un contacto parcial, limitado, y en esencia no-verbal, porque es mucho más profundo que el contacto verbal. [3]
 
Pregunta 3:
 
Es decepcionante saber que el contacto constante y estable entre el habitante del Devachán y las personas y situaciones que él más amó sea solamente subjetivo y no objetivo; que pertenezca al mundo de los sueños y no al mundo real.
 
Comentario:
 
Sí, pero esta decepción tiene un efecto benéfico.
 
La verdad es que, si tuviese un contacto literal con gente físicamente viva, el habitante del Devachán tendría preocupaciones y ansiedades con relación a las personas y situaciones importantes para él. Desde el punto de vista práctico, ya no existiría el Devachán.
 
El Devachán no es aislamiento: es desapego, acompañado de felicidad. Pero si el habitante del Devachán pudiera tener un teléfono móvil físico y “real” para hablar con las personas que ama y ver cómo están sus hijos y nietos y, por ejemplo, conseguir un empleo para ellos, ¿qué Devachán sería ese? Basta con imaginar la situación. Lo que sucedería en este caso es que no habría bienaventuranza ni descanso, sino un exilio, un alejamiento forzado, lleno de sufrimiento, preocupaciones, esperanzas, miedos. Este tipo de sentimientos existe, en verdad, mucho antes, durante la estadía en el kama-loka. Sin embargo, estos sentimientos son solo recuerdos que ocurren como en un circuito cerrado (con algunas excepciones).
 
Debemos cuestionar nuestra noción de la realidad. Es perfectamente comprensible que alguien diga: “Estoy decepcionado por saber que el Devachán no es más que un sueño”. Pero es recomendable pensar bien en esta frase. ¿Qué es la “realidad” para nosotros? Y ¿qué es un “sueño”?
 
En el mundo tridimensional que percibimos a través de los cinco sentidos, pensamos que estamos “viviendo la realidad” por un motivo muy simple: esta es la única realidad que conocemos mientras estamos despiertos. En cambio, cuando dormimos y soñamos, son los sueños los que parecen reales, y la “realidad paralela” del estado de vigilia no es ni siquiera imaginable o concebible. No nos acordamos de ella.
 
Debemos tener, pues, la humildad de reconocer que nuestra noción de la realidad es muy relativa, tanto cuando estamos despiertos como cuando estamos durmiendo. Para el ciudadano promedio, el mundo tridimensional es el real, y los otros estados de consciencia – entre ellos el éxtasis contemplativo – no son más que un tema de especulación. Para el habitante del Devachán, es el Devachán el que es profundamente real. La percepción teosófica permite integrar gradualmente estas “realidades paralelas”.
 
Hay pues un aspecto ilusorio en la idea de que las personas están realmente despiertas cuando se encuentran en el estado de vigilia. La vida demuestra que ellas están soñando. El estado de vigilia parece ser un pariente cercano del sonambulismo. Las personas están siguiendo sus sueños: el sueño del dinero, el sueño de la prosperidad material, el sueño del amor romántico, el sueño de ir de vacaciones a algún lugar, el sueño de recibir un ascenso en el trabajo, el sueño del camino espiritual, el sueño de hacer el bien a los demás, etcétera. La teosofía tiene un nombre y un remedio para esto. El nombre es maya; el remedio es el camino de la ética y de la sabiduría, que purifica la mente y aumenta su lucidez.
 
Las personas que sueñan “despiertas” en el mundo tridimensional tienen, naturalmente, todo el derecho de llamar realidad a este sueño. Sin embargo, los habitantes del Devachán también tienen el derecho de vivir profunda y verdaderamente su felicidad ilimitada, que es, además, más íntegra, completa y verdadera que los sueños del ciudadano terrestre que piensa que está despierto.
 
Pregunta 4:
 
¿Por qué motivo, entonces, tengo la sensación de que hay un aislamiento en el Devachán?
 
Comentario:
 
No existe ninguna experiencia de aislamiento en el Devachán. Hay un sentimiento de comunión y felicidad sin límites. La sensación de aislamiento pertenece a los ambientes psicológicos estrechos del mundo tridimensional. La experiencia de aislamiento también puede acontecer en el universo del kama-loka, porque el kama-loka gravita en torno a los deseos personales.
 
En el Devachán, el alma inmortal está libre de la ignorancia espiritual y tiene derecho a un largo descanso respecto al sufrimiento. En él se cumplen, esencial e interiormente, los mejores sueños alimentados a lo largo de la vida pasada.
 
Cuando la experiencia de descanso y bienaventuranza se agota y “se vuelve aburrida”, surge un impulso capaz de llevar la mónada a una nueva situación, a partir de la cual ella tendrá que renacer otra vez en el plano físico. El nacimiento será una bendición renovada, porque el aprendizaje espiritual se da durante la vida física, y aprender es un proceso bendito.
 
NOTAS:
 
[1] Véanse en nuestros sitios web asociados los artículos “Sobre el Uso de Poderes Psíquicos” y “No Todo lo Que es Oculto es Espiritual”.
 
[2] Sobre el hecho de que el intervalo promedio entre dos vidas varía entre mil y más de tres mil años, véase “Las Cartas de los Mahatmas”, Carta 24 B, p. 263. Helena Blavatsky escribe en uno de sus artículos que el intervalo dura aproximadamente 3000 años: véase el texto “Transmigration of Life Atoms”, publicado en “Theosophical Articles”, H.P. Blavatsky, Theosophy Co., Los Angeles, 1981, volumen II, p. 249. El mismo artículo está publicado en el volumen V de “Collected Writings” de Helena Blavatsky, publicado por la TPH de los Estados Unidos.
 
[3] Sobre la existencia ocasional de un contacto auténtico entre los habitantes de los mundos subjetivos de la existencia posterior a la muerte y los individuos físicamente vivos, véase “La Clave de la Teosofía”, de Helena P. Blavatsky, capítulo 2, subtítulo “La Diferencia entre la Teosofía y el Espiritismo”, especialmente la larga nota a pie de página. Y también “Las Cartas de los Mahatmas”, Carta 16, respuesta a la pregunta 3, pp. 143-145.
 
000
 
El artículo “El Proceso Entre Dos Vidas” es una traducción del portugués y ha sido hecha por Alex Rambla Beltrán, con apoyo de nuestro equipo editorial, del cual forma parte el autor. Título original y link: “O Processo Entre Duas Vidas”. La publicación en español ocurrió el 26 de enero de 2020.
 
000